El liderazgo es un concepto que escuchamos muy a menudo pero que, de forma generalizada, se comprende muy poco. Más que un fin en sí mismo, es una consecuencia. ¿De qué? De un conjunto de habilidades emocionales, mentales y sociales presentes en una persona. Como en la infancia es cuando se desarrollan con más intensidad las propias capacidades y se construyen los cimientos para un autoestima sana, es aquí el momento clave para cultivarlo.

¿Qué es liderazgo y cómo fomentarlo en nuestros niños?
Para comenzar a desmenuzar el concepto, es necesario comprender que ser líder no significa estar al mando y dar órdenes. Tampoco es ser persuasivo, dominante ni ventajoso ante las debilidades de los demás.
Por el contrario, es creer en el trabajo en equipo e incentivar el desarrollo de talentos con base en las cualidades de cada miembro del grupo; es velar y trabajar por el bien de todos y no por intereses individuales; es saber delegar, comunicar y ser honesto porque se confía en el equipo para el cumplimiento de objetivos.
De esta manera, el liderazgo implica el llevar a la práctica una comunicación efectiva: crear espacios de negociación, donde el diálogo es posible y todos son escuchados.

Un niño que tiene liderazgo cuenta con iniciativa y pone el ejemplo
Sabiendo de antemano que deberá asumir riesgos y tomar decisiones difíciles para el logro de resultados. Por esta razón, es un motivador nato: no culpa a otros de sus errores, no se atribuye el trabajo de los demás ni evade responsabilidades.
¿Se puede educar en liderazgo? Aunque suene inalcanzable, es todo lo contrario: la clave reside en educar seres «humanos», es decir, que estén conscientes de su humanidad. Es educar desde el respeto a sí mismo y hacia los demás.
Es el aprender de los errores, en lugar de tener miedo a equivocarse. Sólo una persona que permite caerse y reconoce la enorme enseñanza que le deja cada experiencia, es capaz de desarrollar un sano sentido de la responsabilidad.

Tenemos que tener cuidado con esto para formar a un niño líder
Vivimos en una generación en la que frecuentemente nos encontramos con padres sobreprotectores. Sin embargo, ¿cómo puede un niño ser responsable si deciden por él y resuelven los problemas por él? Un niño que recibe el mensaje de no ser capaz de decidir ni hablar por él es un niño que en la edad adulta buscará a quién responsabilizar de sus decisiones, evitando estar en posiciones donde debe estar a cargo por temor a exponerse o a equivocarse.
¿Qué hacer? Es necesario que el niño se desarrolle en un ambiente donde pueda expresar sus ideas y desarrollar sus talentos, mientras que aprende a manejar frustraciones y resolver problemas con el otro de forma asertiva.
Para lograr el fortalecimiento de su autoestima, es indispensable que el niño avance a su propio ritmo, aceptando su propio proceso y reconociendo sus propias limitaciones. A su vez, es respetuoso del proceso de los demás, no compite y, por el contrario, extiende una mano. Es así como, con la correcta guía y constancia, el niño logrará hacer frente a los obstáculos y temores, alcanzando una meta a cada paso.

El entorno juega un rol esencial
En una escuela tradicional, el niño tiene un rol pasivo y los padres no se involucran en el proceso de su hijo. Pero, en una escuela con enfoque en inteligencias múltiples, el niño tiene un rol activo, el proceso enseñanza aprendizaje es personalizado y los padres de familia reciben orientación para que su hijo realmente pueda construir confianza en sí mismo, dando así el primer y más importante paso para la formación de un líder.